Tengo la ligera sensación de estar vagando en el tiempo.
Ayer, salí a disfrutar de la tarde y me topé con los rayos de sol.
Caminé y caminé, hasta que me salieron heridas en los pies.
Mientras recorría las calles, la gente me veía extrañamente.
Yo sólo los reconocía como personitas...
El sentimiento de un alma en pena, si es que aquello existiera, invadió mi ser
lo colmó de una grata satisfacción oscura.
Sentí el dolor en los pies
sin saber a dónde me dirigía, ni a quién buscaba.
Descubrí en mi interior ese sabroso sentimiento oscuro,
admiré su belleza y me invadió el deseo...
ese deseo que quema... ese deseo que enloquece.
Intenté no abalanzarme sobre él,
luché con todas mis fuerzas para no tocarle
estaba extasiada de ver un cuerpo delgado, el cabello castaño reluciente
olor a fruta prohibida, ojos color caramelo, manos delgadas
acompañadas de una cara libre de acné.
Olía su sangre, mis pensamientos cuál ráfagas en una trinchera
se estrellaban entre sí.
Necesitaba hablarle, necesitaba saber si me dejaría
morder un pedazo de su ser.
Veía sus cabellos castaños a través del sol.
Odio al sol, lo odio profundamente,
esa claridad maldita, que me hace ver frágil
me hacer ver pequeña e insignificante.
Quiero morderte, quiero saciar este deseo
necesito hablarte, decírtelo.
Pasé rozando tu mano,
incluso aspiré lo más hondo que pude para retener tu olor.
Con ello no me bastó.
Necesitaba oírte vivir.
Quiero un beso, quiero tu sangre,
quiero tu cuerpo, quiero tus pensamientos,
quiero tu alma, quiero envenenarme de ti y morir.
Déjame ser tu pecado,
déjame serlo.
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