Esos acordes estridentes se cuelan por mis oidos deseando ser tocados por ese demonio blanco.
Las subidas y bajadas de la melodía se centran en mi cabeza intentando conjugar una sucesión de imágenes.
Aparecen entre ellas, un bosque de pinos y otro de árboles cuyas ramas ocupan gran parte de las alturas como intentando tocar el cielo tal vez buscando cierta cantidad de luz.
Yo retrocedo. A mi alrededor puedo ver mucho musgo y siento cómo el aire es denso y pesado. Se condesa cuando exhalo formando una especie de vapor al entrar en contacto con los alrededores.
La canción me indica que este demonio desea renacer, pero que no quiere ser encontrado.
Miro a mi alrededor y no puedo ver mas que ramas y musgo.
En un acto antinatural contra el frío, empiezo a quitarme el suéter que llevo encima, luego los zapatos y las medias. Recojo mi pelo con una liguilla de las que siempre llevo en la muñeca. Lo sujeto bien, "con una coleta bastará", me digo a mi misma.
Doy el primer paso, intentando pisar firme para no caerme. Siento en las plantas de mis pies un ardor, producido por la entrada de un cuerpo extraño en ellos. No me detengo y doy el segundo paso.
Voy avanzando y balanceándome como si mi vida dependiese de un trapecio. Si caigo o no de esa cuerda floja imaginaria en la cual camino.
Tengo en frente mío un gran lago. Aquel lago de aguas negras que reflejan las siluetas mal estructuradas de los árboles.
Mi mano, se apoya en un gran pino, y de pronto siento correr por ella un líquido caliente. Traigo mi mano a donde mi vista puede verla. Veo sangre. Mi sangre. Veo como sale gota por gota y que de repente se empieza a convertir en un torrente. Traigo mi mano contra mi pecho y la aprieto.
La llevo a donde se sitúan mi labios, saco la lengua y empiezo a lamerla.
Se escucha un ruido a lo lejos. "Es el llamado", me digo a mi misma.
Quiero ver tras mis pasos, así que giro mi torso y mi cabeza para ver el recorrido.
"No veo", la claridad ha empezado a invadir el bosque y hace que mis pupilas sientan un terrible ardor sobre sus posiciones. En un acto desesperado, llevo mi mano sangrante a mis ojos para cubrirme. "Debo avanzar"...
Apresurando el paso, sigo caminando descalza sobre la tierra. Me apoyo, sobre los troncos desechos.
Mi pie, que también sangra, ha empezado a hincharse. Lo miro con pena, pero no hay tiempo para lamentos.
Voy desnudándome poco a poco.
Entro a las aguas negras y avanzo a través de ellas. Siento como los peces (si es que son peces), me van tocando. Sigo adentrándome, caminando lentamente.
Mis piernas, mis caderas, mi estomago, mis pechos, mi cuello, mi manos, ya todo esta sumergido dentro de estas aguas. Ahora solo me queda tomar la única bocanada de aire. Abro la boca, lo más grande que puedo. Traigo mi lengua hacia atrás, mis brazos sumergidos en el agua, tocan mi estomago y aspiro.
Me sumerjo completamente y espero a que el demonio blanco, venga a buscarme.
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