Para matizar mi dolor, a lo lejos se escucha una música q repite siempre el mismo estribillo: "si supieras cuánto yo a ti te amooo" y blah blah blah.
Mis esperanzas de escribir algo positivo se fueron todas al mismo origen oscuro de mi naturaleza licántropa. Y sinceramente, no sé si a manera de desahogo estoy escribiendo este post, en realidad creo que debería de usar mi diario, pero dado que no quiero maltratar mis ya magulladas manos, prefiero publicar lo que estoy sintiendo en este mismo blog.
Estoy cansada siempre de presentarme en sufrimiento y las pocas veces en que he hablado de esperanza, creo que no he sido lo suficientemente convincente. Entre hoy y ayer, por ejemplo, leía a Susan Sontag y en su libro de "El SIDA y sus metáforas" explicaba la relación entre la veracidad de lo que uno escribe cuando realiza un escrito ensayístico, versus un simple escrito literario. Tal vez esa fue su reviindicación con la enfermedad que curó años atrás. En mi caso, no quiero una promesa mesiánica, ni tampoco quiero reinvindicarme, pues lo mío no se debe a una enfermedad sino a un mal, un mal de amores que no se cura porque simplemente se encuentra en mi naturaleza y lamentablemente aun Dios, no me confiere la gracia de situarme en un estado de purificación y tranquilidad.
Puede que esté utilizando un poco de mi sarcasmo para expresarme puesto que aun los conflictos internos me dicen que aun estoy padeciendo de dolor y confusión.
¿Qué tan rápido uno puede dejar de sentir lo que siente y puede olvidar sin sufrir?
Felizmente aun me queda el placer de frotarme los ojos y sentir q mi alma putrefacta no se jacta de estar al servicio de la luz, simplente obedece a las pautas naturales de su instinto y aunque con la franqueza racional que mi extraña divergencia suele aparentar un grado de sobriedad y multitudinal acogida de un control hacia sus propios movimientos.
Aun no he perdido la batalla de recuperarme y reinventarme a mi misma.
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