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Este post está dedicado a la memoria de la gran ANA FRANK y a todas aquellas personas que han sufrido los horrores de una crisis bélica. |
TODOS LOS VALORES
El día de hoy mi entrada indica la presunción de todos los valores, esto debido a que hoy hablaré de alguien muy especial para mi, porque gracias a su historia he podido rescatarme de ese agujero depresivo que terminaba por carcomer mi ser de forma malévola. Hablaré de Ana Frank.
Sus historiadores la definen como una chica bastante espontánea, extrovertida y energética. Su diario, uno de los legados más importantes de la época del Holocausto nos hace pensar en toda la madurez que Ana forjó dentro de sí, aún en un momento tan difícil de la Segunda Guerra Mundial.
La posición de su familia siempre fue la de ser solidarios y tolerantes, incluso en tiempos difíciles, acogiendo a otros judíos en su "Anexo Secreto".
Ana era muy reflexiva en cuanto a su manera de pensar y comportarse, soñaba en un primer momento con convertirse en una actriz de Hollywood, pero luego conforme fue pasando el tiempo, ella misma decide que será una periodista o escritora, y ese sueño a pesar de todo lo ocurrido y su póstumo fallecimiento se hizo realidad. Esto me lleva a pensar que no es necesario obsesionarse con cumplir un objetivo, pues pueden presentarse diversos obstáculos, lo importante es enfocarse día a día en hacer las cosas bien, porque si uno hace eso los resultados buenos siempre vendrán por sí solos.
Ese mensaje esperanzador de unión y desprendimiento de su familia es el que me conmueve aun más.
En su historia se cuenta que su estancia en uno de los campos de concentración, Ana, se contagió de piojos, por lo que la trasladaron junto con su hermana a una celda oscura llena de ratas y ratones. Su madre Edith, que también se encontraba en ese campo de concentración, dejó de comer su ración de alimentos para dárselos a sus hijas por un pequeño orificio que habían hecho en la pared de la celda. Eso demuestra todo el amor incondicional que una madre puede profesar por sus hijos en un estado puro que no admitía, ni admite egoísmo en una situación tan crítica.
Haciendo un paralelo con mi historia familiar, la persecución de la que ellas fueron parte, me hace recordar a la misma clase de hostigamiento que siguió a mi abuelita cuando era pequeña.
Aquello ha marcado su vida de una manera tal, que inconscientemente nos la ha transmitido; y es que en el enfrentamiento de Estados Unidos con Japón, el gobierno peruano presidido por Manuel Prado y Ugarteche hizo que a las familias japonesas se les persiguiera, expropiara de sus tiendas, casas y todas sus pertenencias y propiedades, proseguido de una extraditación, es decir, que se les enviara a los campos de concentración. Todo ello porque se tenía la creencia que cualquier nissei o nikkei o persona japonesa era alguien en quien no se podía confiar.
A nosotros, los descendientes nos llamaban "traidores". Es un capítulo horrible y de acuerdo a lo que yo he analizado en estos años, mi abuelita no ha permitido que sus nietos tengamos algún apego o arraigo de aquellos orígenes orientales. Creo yo, que es un modo de protección (ni siquiera nos han retransmitido el idioma) un mecanismo de defensa por si alguien quisiera volver a atentar contra nosotros.Ella nos decía: "¿para qué aprender japonés?, aprendan bien castellano".
De aquel misterio de la historia de mi familia, es que sé que tengo un tío al cual mandaron al campo de concentración, una tía proclamada heroína por haber muerto en un bombardeo siendo enfermera; sin embargo, hay mucha historia que desconozco, y ya saben lo que dicen: "No puedes construir un futuro, sino conoces tu pasado". Eso, me generó problemas (a veces suelo recaer) como: crisis de identidad, rebeldía, depresión. Sentía de algún modo (y a veces por situaciones esporádicas) que mi misión en la vida ya se había acabado, que no tenía nada más para explorar, ofrecer... hasta que un día en Crisol (en uno de sus locales-librerías aquí en Lima, Perú) "El Diario de Ana Frank" llegó a mí y me inspiró. Tocó lo más profundo de mi; me hizo reflexionar sobre lo egocentrista que estaba siendo en aquel momento y me devolvió la alegría de vivir y buscar la superación... no para mi, sino para un fin mayor, que es el de transformar al mundo en un lugar mejor, para que historias como la de ella o la de mi abuelita no se vuelvan a repetir, y para ello se requiere la transformación de uno mismo, para después empezar a confiar y servir a los demás.
Texto basado en un fragmento de mi Bitácora Personal - LIDERAZGO Y COMUNICACIÓN.
Publicado con fecha: 05/09/2012